Nicolás Guillén
(1902-1989)
Nicolás Guillén nació el 10 de julio
de 1902, en Camagüey, Cuba, y murió el 17 de julio de 1989. Comenzó a
publicar sus versos en 1920, colaborando en Camagüey Gráfico y Orto,
de Manzanillo. En 1922 comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de
La Habana, pero pronto dejó la universidad. Organizó y dirigió la
revista Lys, y fue redactor en el diario El Camagüeyano.
Ingresó en el Partido Comunista en 1937. Entre sus obras, están Motivos
de son (1930), Sóngoro cosongo. Poemas mulatos
(1931), West Indies Ltd. (1934), Cantos para soldados y sones
para turistas (1937), El son entero (1947), La paloma de
vuelo popular (1958), Poema en cuatro angustias y una esperanza
(1937), Tengo (1964), Poemas de amor (1964), Poemas
para niños y mayores de edad.
Motivos de son (1930)
1. NEGRO BEMBÓN
¿Po qué te pone tan brabo,
cuando te disen negro bembón,
si tiene la boca santa,
negro bembón?
Bembón así como ere
tiene de to;
Caridá te mantiene,
te lo da to.
Te queja todabía,
negro bembón;
sin pega y con harina,
negro bembón,
majagua de dri blanco,
negro bembón;
sapato de do tono,
negro bembón...
Bembón así como ere,
tiene de to;
Caridá te mantiene,
te lo da to.
8. TÚ NO SABE INGLÉ
Con tanto inglé que tú sabía,
Bito Manué,
con tanto inglé, no sabe ahora
desí ye.
La mericana te buca,
y tú le tiene que huí:
tu inglé era de etrái guan,
de etrái guan y guan tu tri.
Bito Manué, tú no sabe inglé,
tú no sabe inglé,
tú no sabe inglé.
No te namore ma nunca.
Bito Manué,
si no sabe inglé,
si no sabe inglé.
Sóngoro cosongo (1931)
La canción del bongó
Ésta es la canción del bongó:
-Aquí el que más fino sea,
responde, si llamo yo.
Unos dicen: Ahora mismo,
otros dicen: Allá voy.
Pero mi repique bronco,
pero mi profunda voz,
convoca al negro y al blanco,
que bailan el mismo son,
cueripardos y almiprietos
más de sangre que de sol,
pues quien por fuera no es noche,
por dentro ya oscureció.
Aquí el que más fino sea,
responde, si llamo yo.
En esta tierra, mulata
de africano y español,
(Santa Bárbara de un lado,
del otro lado, Changó),
siempre falta algún abuelo,
cuando no sobra algún Don
y hay títulos de Castilla
con parientes en Bondó:
vale más callarse, amigos,
y no menear la cuestión,
porque venimos de lejos,
y andamos de dos en dos.
Aquí el que más fino sea,
responde si llamo yo.
Habrá quien llegue a insultarme,
pero no de corazón;
habrá quien me escupa en público,
cuando a solas me besó...
A ése, le digo:
-Compadre.
ya me pedirás perdón,
ya comerás de mi ajiaco,
ya me darás, la razón,
ya me golpearás el cuero,
ya bailarás a mi voz,
ya pasearemos del brazo,
ya estarás donde yo estoy:
ya vendrás de abajo arriba,
¡que aquí el más alto soy yo!
Madrigal
De tus manos gotean
las uñas, en un manojo de diez uvas moradas.
Piel,
carne de tronco quemado,
que cuando naufraga en el espejo, ahúma
las algas tímidas del fondo.
Madrigal
Tu vientre sabe más que tu cabeza
y tanto como tus muslos.
Ésa
es la fuerte gracia negra
de tu cuerpo desnudo.
Signo de selva el tuyo.
con tus collares rojos,
tus brazaletes de oro curvo,
y ese caimán oscuro
nadando en el Zambeze de tus ojos.
Quirino
¡Quirino
con su tres!
La bemba grande, la pasa dura,
sueltos los pies,
y una mulata que se derrite de sabrosura...
¡Quirino
con su tres!
Luna redonda que lo vigila cuando regresa
dando traspiés;
jipi en la chola, camisa fresa...
¡Quirino
con su tres!
Tibia accesoria para la cita;
la madre —negra Paula Valdés—
suda, envejece, busca la frita...
¡Quirino
con su tres!
Caña
El negro
junto al cañaveral.
El yanqui
sobre el cañaveral.
La tierra
bajo el cañaveral.
¡Sangre
que se nos va!
West Indies, Ltd. (1934)
Madrigal
Sencilla y vertical,
como una caña en el cañaveral.
Oh retadora del furor
genital:
tu andar fabrica para el espasmo gritador
espuma equina entre tus muslos de metal.
Nocturno en los muelles
Bajo la noche
tropical, el puerto.
El agua lame la inocente orilla
y el faro insulta al malecón desierto.
¡Qué calma tan robusta y tan
sencilla!
Pero sobre los muelles solitarios
flota una tormentosa pesadilla.
Pena de cementerios y de osarios,
que ensena en pizarrones angustiosos
cómo un mismo dolor se parte en varios.
Es que aquí están los gritos
silenciosos
y el sudor hecho vidrio; las tremendas
horas de muchos hombres musculosos
y débiles, sujetos por las riendas
como potros. Voluntades en freno,
y las heridas pálidas sin vendas.
La gran quietud se agita. En este
seno
de paz se mueve y anda un grupo enorme
que come el pan untándolo en veneno.
Ellos duermen ahora en el informe
lecho, sin descansar. Sueñan acaso,
y aquí estalla el espíritu inconforme
que al alba dura tragará su vaso
de sangre diaria en el cuartón oscuro,
y a estrecho ritmo ha de ajustar el paso.
¡Oh puño fuerte, elemental y puro!
¿Quién te sujeta el ademán abierto?
Nadie responde en el dolor del puerto.
El faro grita sobre el mar oscuro.
El abuelo
Esta mujer angélica
de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea
un negro el parche duro de roncos atabales.
Bajo la línea escueta de su nariz
aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.
¡Ah, mi señora! Mírate las venas
misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;
que ya verás, inquieta, junto a la
fresca orilla,
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.
Guadalupe W. I.
POINTE-À-PITRE
Los negros,
trabajando
junto al vapor. Los árabes, vendiendo,
los franceses, paseando y descansando,
y el sol, ardiendo.
En el puerto se acuesta
el mar. El aire tuesta
las palmeras... Yo grito: ¡Guadalupe!, pero nadie contesta.
Parte el vapor, arando
las aguas impasibles con espumoso estruendo.
Allá, quedan los negros trabajando,
los árabes vendiendo,
los franceses paseando y descansando
y el sol ardiendo...
Cantos para soldados y sones para turistas(1937)
NO SÉ POR QUÉ PIENSAS TÚ...
No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.
Tú eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú;
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?
Me duele que a veces tú
te olvides de quién soy yo;
caramba, sí yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.
Pero no por eso yo
he de malquererte, tú;
si somos la misma cosa, 30
yo,
tú,
no se por que piensas tú,
soldado, que te odio yo.
Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo,
sin odios ni yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo,
a dónde vamos yo y tú...
¡No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo!
YANQUI CON SOLDADO
Grave, junto a la puerta del yanqui diplomático,
vela un soldado el sueño de quien mi ensueño ahoga;
ese cangrejo hervido, de pensamiento hepático,
dueño de mi esperanza, del palo y de la soga.
Allí, de piedra, inmóvil. Pero el fusil hierático,
cuando terco me acerco su rigidez deroga;
clávame su monóculo de cíclope automático,
me palpa, me sacude, me vuelca, me interroga.
¿Quién eres? ¿A quién buscas? Saco mi voz, y digo:
Uno a quien el que cuidas, pan y tierra suprime.
Ando en pos de un soldado que quiera ser mi amigo.
Ya sabrás algún día por qué tu padre gime,
y cómo el mismo brazo que ayer lo hizo mendigo,
engorda hoy con la sangre que de tu pecho exprime.
CANCIÓN
Muerto de fatiga y sueño,
vuelve un soldado del monte.
Labio duro, duro ceño.
¡Qué lejos el horizonte
donde el hierro lo desciña
y el caballo lo desmonte!
Más lejos está la niña,
la de cintura entreabierta,
que ya nunca habrá quien ciña.
Soldado, soldado alerta
—fuego y sangre, polvo y riña—,
está muy lejos tu niña,
porque tu niña está muerta.
España: poema en cuatro angustias y una esperanza(1937)
ANGUSTIA PRIMERA
Miradas de metales y de rocas
No Cortés, ni Pizarro
(aztecas, incas, juntos halando el doble carro).
Mejor sus hombres rudos
saltando el tiempo. Aquí, con sus escudos.
Aquí, con sus callosas, duras manos;
remotos milicianos
al pie aquí de nosotros,
clavadas las espuelas en sus potros;
aquí al fin con nosotros,
lejanos milicianos,
ardientes, cercanísimos hermanos.
Los hierros tumultuosos
de lanzas campeadoras;
las espadas, que hundieron su punta en las auroras;
las grises armaduras,
los ingenuos arcabuces fogosos,
los clavos y herraduras
de las equinas finas patas conquistadoras;
los cascos, las viseras,
las gordas rodilleras,
todo el viejo metal imperialista
corre fundido en aguas quemadoras,
donde soldado, obrero, artista,
las balas cogen para sus ametralladoras.
No Cortés, ni Pizarro
(incas, aztecas, juntos halando el doble carro).
Mejor, sus hombres rudos
saltando el tiempo. Aquí, con sus escudos.
¡Miradla, a España, rota!
Y pájaros volando sobre ruinas,
y el fachismo y su bota,
y faroles sin luz en las esquinas,
y los puños en alto,
y los pechos despiertos,
y obuses estallando en el asfalto
sobre caballos ya definitivamente muertos;
y lágrimas marinas,
saladas, curvas, chocando contra todos los puertos;
y gritos que se asoman a las bocas
y a los ojos coléricos, abiertos, bien abiertos,
miradas de metales y de rocas.
ANGUSTIA TERCERA
Y mis huesos marchando en tus soldados
La muerte disfrazada va de fraile.
Con mi camisa trópico ceñida,
pegada de sudor, mato mi baile,
y corro tras la muerte por tu vida.
Las dos sangres de ti que en mí se juntan,
vuelven a ti, pues que de ti vinieron,
y por tus llagas fúlgida, preguntan.
Secos veré a los hombres que te hirieron.
Contra cetro y corona y manto y sable,
pueblo, contra sotana, y yo contigo,
y con mi voz para que el pecho te hable.
Yo, tu amigo, mi amigo; yo, tu amigo.
En las montañas grises; por las sendas
rojas; por los caminos desbocados,
mi piel, en tiras, para hacerte vendas,
y mis huesos marchando en tus soldados.
El son entero (1947)
Mi patria es dulce por fuera...
Mi patria es dulce por fuera,
y muy amarga por dentro;
mi patria es dulce por fuera,
con su verde primavera,
con su verde primavera,
y un sol de hiel en el centro.
¡Qué cielo de azul callado
mira impasible tu duelo!
¡Qué cielo de azul callado,
ay, Cuba, el que Dios te ha dado,
ay, Cuba, el que Dios te ha dado,
con ser tan azul tu cielo!
Un pájaro de madera
me trajo en su pico el canto;
un pájaro de madera.
¡Ay, Cuba, si te dijera,
yo, que te conozco tanto,
ay, Cuba, si te dijera,
que es de sangre tu palmera,
que es de sangre tu palmera,
y que tu mar es de llanto!
Bajo tu risa ligera,
yo, que te conozco tanto,
miro la sangre y el llanto,
bajo tu risa ligera.
Sangre y llanto
bajo tu risa ligera;
sangre y llanto
bajo tu risa ligera.
Sangre y llanto.
El hombre de tierra adentro
está en un hoyo metido,
muerto sin haber nacido,
el hombre de tierra adentro.
Y el hombre de la ciudad,
ay, Cuba, es un pordiosero:
anda hambriento y sin dinero,
pidiendo por caridad,
aunque se ponga sombrero
y baile en la sociedad.
(Lo digo en mi son entero,
porque es la pura verdad.)
Hoy yanqui, ayer española,
sí, señor,
la tierra que nos tocó,
siempre el pobre la encontró
si hoy yanqui, ayer española,
¡cómo no!
¡Qué sola la tierra sola,
la tierra que nos tocó!
La mano que no se afloja
hay que estrecharla en seguida;
la mano que no se afloja,
china, negra, blanca o roja,
china, negra, blanca o roja,
con nuestra mano tendida.
Un marino americano,
bien,
en el restaurant del puerto,
bien,
un marino americano
me quiso dar con la mano,
me quiso dar con la mano,
pero allí se quedó muerto,
bien,
pero allí se quedó muerto
bien,
pero allí se quedó muerto
el marino americano
que en el restaurant del puerto
me quiso dar con la mano,
¡bien!
Cuando yo vine a este mundo
Cuando yo vine a este mundo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo
se me alivia caminando,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que mirar para ver,
hay que andar.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud:
lanza de mi poderío,
coraza de mi virtud.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón,
y mi voz entera es
la voz entera del son.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo,
ya estará el de abajo arriba
cuando el de arriba esté abajo.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo.
Hay gentes que no me quieren,
porque muy humilde soy;
ya verán como se mueren
y que hasta a su entierro voy,
con eso y que no me quieren
porque muy humilde soy.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que vivir para ver,
hay que andar.
Cuando yo vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo,
te digo,
se me alivia caminando,
te digo,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
¡nadie me estaba esperando!
Un son para niños antillanos
Por el Mar de las Antillas
anda un barco de papel:
anda y anda el barco barco,
sin timonel.
De La Habana a Portobelo,
de Jamaica a Trinidad,
anda y anda el barco barco,
sin capitán.
Una negra va en la popa,
va en la proa un español:
anda y anda el barco barco,
con ellos dos.
Pasan islas, islas, islas,
muchas islas, siempre más;
anda y anda el barco barco,
sin descansar.
Un cañón de chocolate
contra el barco disparó,
y un cañón de azúcar, zúcar,
le contestó.
¡Ay, mi barco marinero,
con su casco de papel!
¡Ay, mi barco negro y blanco
sin timonel!
Allá va la negra negra,
junto junto al español;
anda y anda el barco barco
con ellos dos.
Apunte
La Habana, con sus caderas
sonoras,
y sus moradas ojeras
a todas horas.
Danza de pasos medidos
danza la Muerte,
y le cuidan el mar fuerte
seis marineros dormidos.
La paloma de vuelo popular (1958)
La policía
La policía
(paso de alfombra
y ojo de gato)
mira en la sombra.
Vigila el gato.
(Pasa una sombra.)
La policía
se hunde en la alfombra.
¡La policía!
¡Alzad la alfombra!
¡Matad el gato
que está en la sombra!
Ciudades
Madrid
Bajo el azufre polvoriento,
un miliciano muerto,
un joven muerto, ya viejo,
se saca un árbol del pecho.
—¿Has entendido?
—Entiendo.
Doña María
¡Ay, pobre doña María,
ella que no sabe nada!
Su hijo, el de la piel manchada,
a sueldo en la policía.
Ayer, taimado y sutil,
rondando anduvo mi casa.
¡Pasa! —pensé al verle— ¡Pasa!
(Iba de traje civil.)
Señora tan respetada,
la pobre doña María,
con un hijo policía,
y ella que no sabe nada.
Paloma del palomar
Paloma del palomar,
cuando tú pases por México
no dejes de preguntar
quien me cerro
la puerta a que llamo yo,
paloma del palomar.
¡Tal vez te puedan decir,
paloma del palomar,
quién es quien la puede abrir
y quién la mandó cerrar!
Tengo (1964)
Tengo
Cuando me veo y toco
yo, Juan sin Nada no más ayer,
y hoy Juan con Todo,
y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro,
me veo y toco
y me pregunto cómo ha podido ser.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de andar por mi pais,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.
Zafra puede decir,
monte puedo decir,
ciudad puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de ir
yo, campesino, obrero, gente simple,
tengo el gusto de ir
(es un ejemplo)
a un banco y hablar con el administrador,
no en inglés,
no en señor,
sino decirle compañero
como se dice en español.
Tengo, vamos a ver,
que siendo negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza,
una mínima pieza y no una pieza colosal,
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.
Tengo, vamos a ver,
que no hay guardia rural
que me agarre y me encierre en un cuartel,
ni me arranque y me arroje de mi tierra
al medio del camino real.
Tengo que como tengo la tierra
tengo el mar,
no country,
no jailáij,
no tenis y no yacht,
sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul, abierto democrático:
en fin, el mar.
Tengo, vamos a ver,
que ya aprendí a leer,
a contar,
tengo que ya aprendí a escribir
y a pensar
y a reir.
Tengo que ya tengo
donde trabajar
y ganar
lo que me tengo que comer.
Tengo, vamos a ver,
tengo lo que tenía que tener.
Poemas de amor (1964)
“Un poema de amor”
No sé. Lo ignoro.
Desconozco todo el tiempo que anduve
sin encontrarla nuevamente.
¿Tal vez un siglo? Acaso.
Acaso un poco menos:
noventa y nueve
años.
¿O un mes? Pudiera ser.
En cualquier forma
un tiempo enorme, enorme, enorme.
Al fin, como una rosa súbita,
repentina campánula temblando,
la noticia.
Saber de pronto
que iba a verla otra vez, que la tendría
cerca, tangible, real, como en los sueños.
Qué explosión contenida!
Qué trueno sordo
rodándome en las venas,
estallando allá arriba
bajo mi sangre, en una
nocturna tempestad!
¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera
de saludarnos, de manera
que nadie comprendiera
que ésa es nuestra propia manera?
Un roce apenas, un contacto eléctrico,
un apretón conspirativo, una mirada,
un palpitar del corazón
gritando, aullando con silenciosa voz.
Después
(ya lo sabéis desde los quince años)
ese aletear de las palabras presas,
palabras de ojos bajos,
penitenciales,
entre testigos enemigos.
Todavía
un amor de «lo amo»
de «usted», de «bien quisiera
pero es imposible»...De «no podemos,
no, piénselo usted mejor»...
Es un amor así,
es un amor de abismo en primavera,
cortés, cordial, feliz, fatal.
La despedida, luego,
genérica,
en el turbión de los amigos.
Verla partir y amarla como nunca;
seguirla con los ojos,
y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
allá lejos, y aun seguirla
más lejos todavía,
hecha de noche,
de mordedura, beso, insomnio,
veneno, éxtasis, convulsión,
suspiro, sangre, muerte...
Hecha
de esa sustancia conocida
con que amasamos una estrella.
Poesia
.us
Mapa del sitio | Aviso Legal | Quiénes Somos | Contactar